Aquel día era sin más un jueves
de los de té y solecito en la terraza
El otoño entraba descarado, como es él
Entonces, algo me hizo fijarme en unos ojos,
su mirada llamó mi atención como queriendo entrar en mi pensamiento de forma violenta.
Me paré a mirarle de nuevo, esos ojos decían tantas cosas, esa furia y dulzura a la vez, tantos secretos y las ganas de decirlo con solo saber mirarle, descubrirle sin querer y traspasar ese caparazón en el que se oculta solo por supervivencia.
Terminé mi té y sentía la necesidad de entrar en su mundo, de buscar tras esos ojos algunas respuestas, pero era tan difícil, tenía un muro enorme y fuerte delante que apenas pude asomarme, entendí que para hacerlo tendría que escalar su corazón primero, sus palabras después , y su impaciencia torpe y desordenada por esconderse y dejarse ver al mismo tiempo por quienes el quería que tuviéramos el privilegio de descubrirle.
El jueves dio paso al viernes, y éste al sábado y yo seguía en mi tarea de saber quién era y por qué yo.
Poco a poco estoy abriéndome paso por este laberinto sin saber
si quiero salir o perderme en el.